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6.3.2.4.2. Enfermedades de las articulaciones

Enfermedades de las articulaciones

Algunas de las enfermedad que afectan a las articulaciones son las siguientes:

Artritis reumatoide

La artritis reumatoide es una enfermedad autoinmune crónica del sistema esquelético que causa inflamación en las articulaciones. Se caracteriza por dolor, hinchazón, rigidez y deformidad de las articulaciones, especialmente en las manos y los pies.

La artritis se produce por la inflamación de las articulaciones, lo cual se manifiesta con dolor, hinchazón y sensación de calor al tacto. Puede afectar a personas de todas las edades y géneros, y puede presentarse en diferentes formas y grados de gravedad.

Cuando una articulación se inflama, se produce un desequilibrio en el sistema inmunitario, lo que puede dar lugar a una respuesta inflamatoria crónica. Las articulaciones afectadas pueden experimentar dolor intenso, limitación en el movimiento y rigidez. Con el tiempo, si no se trata adecuadamente, la artritis puede causar daño estructural en las articulaciones, lo que resulta en deformidades y pérdida de la función normal.

Existen diferentes tipos de artritis, cada uno con sus propias características y causas subyacentes. Algunos casos de artritis son el resultado de infecciones articulares, que pueden ser causadas por bacterias, virus u hongos. Estas infecciones pueden ingresar a las articulaciones a través de la sangre, propagarse desde otras áreas del cuerpo o como resultado de lesiones o cirugías.

Sin embargo, en muchos casos, la artritis tiene causas desconocidas. Se cree que factores genéticos, ambientales e inmunológicos pueden desempeñar un papel en el desarrollo de la enfermedad. En estos casos, se habla de artritis idiopática, que se refiere a una condición en la cual no se ha identificado una causa específica.

La artritis puede afectar a diversas articulaciones del cuerpo, como las rodillas, caderas, manos, muñecas, tobillos y columna vertebral. Algunos tipos de artritis comunes incluyen la artritis reumatoide, la osteoartritis, la artritis psoriásica, la artritis séptica y la artritis gotosa.

Osteoartritis

La osteoartritis, también conocida como enfermedad degenerativa de las articulaciones, es la forma más común de artritis del sistema esquelético. Se produce debido al desgaste del cartílago que recubre las articulaciones, lo que provoca dolor, rigidez y pérdida de movimiento.

Osteoartritis

Laboratoires Servier, CC BY-SA 3.0, via Wikimedia Commons

Artritis psoriásica

La artritis psoriásica es una enfermedad crónica del sistema esquelético que combina los síntomas de la artritis y la psoriasis. Provoca inflamación en las articulaciones, dolor, rigidez y cambios en la piel, como placas rojas y escamosas.

Gota

La gota es un tipo de artritis que se caracteriza por una inflamación aguda y dolorosa de las articulaciones. Suele manifestarse de manera repentina y se acompaña de enrojecimiento e hinchazón en la zona afectada. Las articulaciones más comúnmente afectadas por la gota son las de los pies, los tobillos, las rodillas, las manos y los codos.

Esta enfermedad se origina debido a niveles elevados de cristales de ácido úrico en la sangre. El ácido úrico es un producto de desecho que se forma cuando el cuerpo descompone las purinas, sustancias presentes en ciertos alimentos y tejidos corporales. Normalmente, el ácido úrico se excreta a través de la orina, pero en el caso de la gota, se acumula en el organismo y puede precipitarse en las articulaciones, provocando una respuesta inflamatoria.

La causa principal de la gota es una combinación de factores genéticos y hábitos de vida poco saludables. El consumo excesivo de alimentos ricos en purinas, como vísceras, mariscos y carnes rojas, puede aumentar los niveles de ácido úrico en el cuerpo. Además, otros factores como la obesidad, el consumo excesivo de alcohol, el uso de ciertos medicamentos y enfermedades como la diabetes y la insuficiencia renal pueden contribuir al desarrollo de la gota.

Los síntomas de la gota suelen aparecer de forma repentina y pueden ser muy intensos. El dolor en la articulación afectada es uno de los síntomas más prominentes, acompañado de enrojecimiento, calor e hinchazón. Estos episodios de dolor agudo, conocidos como ataques de gota, pueden durar varios días o semanas y luego remitir.

El diagnóstico de la gota se basa en la evaluación de los síntomas, la historia clínica del paciente y en la medición de los niveles de ácido úrico en la sangre. También se pueden realizar pruebas de imagen, como radiografías o ecografías, para evaluar el estado de las articulaciones y detectar posibles tofos, que son depósitos de cristales de ácido úrico.

El tratamiento de la gota incluye medidas para aliviar los síntomas durante los ataques agudos, como el uso de medicamentos antiinflamatorios no esteroides (AINEs) y analgésicos. También se pueden prescribir medicamentos para reducir los niveles de ácido úrico en la sangre a largo plazo, como los inhibidores de la xantina oxidasa y los uricosúricos. Además, se recomienda adoptar cambios en el estilo de vida, como una dieta baja en purinas, mantener un peso saludable, evitar el consumo excesivo de alcohol y mantenerse hidratado.

Gota

www.scientificanimations.com/, CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons

Artrosis

La artrosis es una enfermedad crónica que afecta a las articulaciones y se caracteriza por la degeneración progresiva del cartílago articular. A diferencia de la artritis, la artrosis no es una enfermedad inflamatoria, sino que se relaciona con el desgaste y envejecimiento natural de las articulaciones. A medida que el cartílago se desgasta, los huesos de la articulación pueden rozar directamente entre sí, lo que resulta en dolor, rigidez, pérdida de movilidad y deformidad.

La artrosis puede afectar a diferentes articulaciones del cuerpo, siendo las más comunes las rodillas, las caderas, las manos, los dedos y la columna vertebral. Los factores de riesgo para desarrollar artrosis incluyen la edad avanzada, el sobrepeso u obesidad, lesiones previas en las articulaciones, la predisposición genética y actividades laborales o deportivas que ejercen presión constante sobre las articulaciones.

Los síntomas de la artrosis pueden variar en intensidad y afectar la calidad de vida de las personas. Los pacientes suelen experimentar dolor en las articulaciones afectadas, especialmente después de la actividad física o al estar en reposo prolongado. Además, se puede presentar rigidez matutina, dificultad para moverse, crepitación articular (ruidos al mover la articulación) e inflamación leve.

Esguinces

Los esguinces son lesiones comunes que suelen afectar al tobillo o la muñeca. Se producen cuando la articulación se tuerce debido a un mal apoyo, lo que resulta en una lesión en la estructura afectada. Esta lesión causa un dolor intenso, hinchazón en la zona y dificultad para mover la articulación.

Normalmente, los esguinces se consideran leves y la recuperación suele ser rápida. Sin embargo, es importante tener en cuenta que la recuperación completa no siempre se logra, lo que puede aumentar el riesgo de una lesión recurrente en la misma zona con el tiempo.

En el tratamiento de los esguinces, se suelen aplicar medidas como la aplicación de hielo, la elevación y compresión de la zona afectada, el reposo y, en algunos casos, el uso de vendajes o férulas para brindar soporte y estabilidad a la articulación lesionada. La fisioterapia también puede ser beneficiosa para fortalecer los músculos y mejorar la estabilidad de la articulación.

Distorsiones articulares y luxaciones

La distorsión articular se produce cuando hay una pérdida temporal del contacto entre las dos cabezas articulares como resultado de un traumatismo. El impacto traumático fuerza la articulación en una dirección determinada, llevándola a realizar un movimiento más amplio de lo que la mecánica articular permite. Esto provoca la distensión y, en muchos casos, la laceración de los elementos que mantienen la articulación unida, como los ligamentos y la cápsula articular.

El tratamiento más adecuado para una distorsión articular consiste en inmovilizar la articulación durante un período de quince a veinte días. Este tiempo es necesario para permitir la reparación de las lesiones en los ligamentos y la cápsula articular.

Sin embargo, cuando la violencia del traumatismo es mayor y no se detiene después de haber distendido y lacerado la cápsula y los ligamentos, las cabezas articulares pueden perder su posición normal y permanecer dislocadas incluso después del evento traumático. Esto se conoce como "luxación" articular. Algunas articulaciones son más vulnerables a este tipo de lesiones, como el hombro, el codo, la cadera y la mandíbula. Las luxaciones articulares son lesiones graves, no tanto por la dificultad de colocar el hueso dislocado en su lugar, sino por la necesidad de asegurar una reparación perfecta de las estructuras capsulares para evitar recurrencias.

Lesiones en los meniscos

Los meniscos son estructuras accesorias de las articulaciones que desempeñan un papel importante en el movimiento. Hay varios meniscos en el cuerpo, ya que muchas articulaciones requieren un componente no óseo que sea resistente y poco vulnerable. Los más conocidos y propensos a lesionarse son los meniscos de la rodilla. Están compuestos por un tejido fibrocartilaginoso compacto y tienen la característica de no tener vasos sanguíneos, lo que impide que se reparen de manera espontánea mediante cicatrización.

Durante una torsión, el menisco se desplaza entre los cóndilos del fémur y la tibia. Si no hay una presión excesiva entre ellos, el menisco vuelve a su posición normal sin sufrir roturas. Sin embargo, si hay una presión excesiva durante la torsión, el menisco puede romperse.

Enfermedades de la columna vertebral

Hernia discal

La hernia discal se produce cuando un disco cartilaginoso ubicado entre las vértebras se desplaza de su posición habitual, comprimiendo una o más raíces nerviosas de la médula espinal. Esta salida de una estructura fuera de su posición natural provoca una hernia discal, la cual puede ocasionar un intenso dolor.

La degeneración del anillo fibroso del disco, que ocurre típicamente después de los treinta años, provoca una disminución en su resistencia. Esto puede resultar en su desprendimiento y permitir que el núcleo pulposo, aún turgente y móvil, se introduzca en esta fisura y se hernie hacia el exterior, generando la denominada hernia de disco.

La compresión de una o más raíces nerviosas por parte de una hernia de disco puede causar trastornos locales y también irradiados a lo largo del recorrido de estas raíces nerviosas.

Lumbalgia

Las lumbalgias se caracterizan por un dolor violento, que puede variar en intensidad, en la región lumbo-sacra, y a veces se extiende hacia la nalga y la parte posterior del muslo. Estos episodios, aunque dolorosos y alarmantes para el paciente, generalmente no indican una lesión grave y suelen resolverse por sí mismos.

El dolor se debe a una alteración en un disco lumbar específico que, debido a un esfuerzo o movimiento particular, se ha desplazado repetidamente hacia atrás dentro del canal vertebral, ejerciendo presión sobre la densa red de fibras nerviosas sensitivas presentes en ella, conocida como plexo sensitivo endorraquídeo. Esto desencadena el episodio doloroso.

En el caso de una lumbalgia aguda, el primer enfoque de tratamiento es obligar al paciente a descansar por completo. Además, se pueden utilizar productos antineurálgicos, relajantes musculares, antiinflamatorios y antineuríticos (como las vitaminas B1, B6 y B12), que resultan muy útiles.

Hallux valgus (juanete)

El hallux valgus, también conocido como juanete, es una dolorosa deformación de los pies que a menudo se ve favorecida por el uso de calzado inadecuado. Se caracteriza por una desviación del primer dedo hacia el exterior del pie, formando un ángulo prominente en la base. Esto puede ser causado por el debilitamiento de los elementos músculo-ligamentosos que brindan la capacidad tónica y elástica del arco anterior del pie.

Como consecuencia del colapso del arco anterior, el apoyo plantar se desplaza hacia el segundo y tercer metatarsiano, lo cual puede resultar en la formación de durezas, callosidades y bolsas serosas inflamadas en esa área. Además, el desequilibrio de los tendones y la presión del calzado pueden agravar la desviación del primer dedo, generando molestias e irritación constante.

El tratamiento del hallux valgus implica corregir los aplanamientos del empeine desde los primeros signos de desequilibrio estático. Es importante utilizar calzado adecuado con una planta ancha, tacón bajo y buen soporte en el empeine. También se pueden aplicar plantillas de cuero y corcho en los zapatos para sostener el arco anterior metatarsiano y el arco longitudinal del pie. En casos en que la deformidad de los dedos ya esté establecida, el tratamiento quirúrgico es el único método capaz de proporcionar alivio al paciente. Este procedimiento incluye la corrección de la deformidad del dedo, la extirpación de la bursitis y la exostosis del primer metatarsiano, así como la reconstrucción del arco anterior del pie.

Pie plano

El pie plano es una condición en la que el arco del pie se encuentra más plano de lo normal. En lugar de tener un arco pronunciado en la planta del pie, la estructura es más plana o incluso puede estar completamente en contacto con el suelo. Esta condición puede ser congénita o adquirida y puede causar molestias y dificultades al caminar o realizar actividades físicas.

El tratamiento del pie plano depende de la gravedad de la condición y de los síntomas que experimente el individuo. En casos leves, se pueden utilizar plantillas ortopédicas para brindar soporte al arco y mejorar la alineación del pie. También se recomienda utilizar calzado adecuado que brinde estabilidad y amortiguación. En casos más severos o en presencia de síntomas persistentes, puede ser necesario recurrir a la fisioterapia o incluso a la cirugía para corregir la deformidad y restaurar la función adecuada del pie.

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