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6.4.3. Inmunidad activa y pasiva

Inmunidad activa y pasiva

La inmunidad es el mecanismo mediante el cual el cuerpo se defiende contra los agentes patógenos y las sustancias extrañas. Existen dos tipos principales de inmunidad:

Ambos tipos de inmunidad juegan un papel crucial en la protección del organismo, pero difieren en la forma en que se adquieren y se mantienen.

Inmunidad activa

La inmunidad activa es un tipo de respuesta inmunitaria en la que el sistema inmunitario del organismo es estimulado por un antígeno específico, lo reconoce como una amenaza y genera una respuesta inmunitaria propia. Esta forma de inmunidad proporciona una protección duradera contra futuras exposiciones al mismo antígeno.

Inmunidad activa natural

La inmunidad activa natural ocurre cuando el organismo se expone a un antígeno en su entorno natural, como una infección. En este caso, el sistema inmunitario reconoce al patógeno como extraño y desencadena una respuesta inmunitaria específica para eliminarlo. Durante esta respuesta, los linfocitos B y T se activan, se producen anticuerpos y se generan células de memoria.

Las células de memoria son una parte fundamental de la inmunidad activa natural, ya que permiten que el sistema inmunitario recuerde el antígeno y monte una respuesta más rápida y eficiente en futuras exposiciones al mismo patógeno. Esta inmunidad duradera es lo que protege al organismo de infecciones recurrentes.

Inmunidad activa artificial

La inmunidad activa artificial se logra mediante la administración de vacunas. Las vacunas contienen una forma inactivada, atenuada o fragmentos del antígeno que se desea combatir. Al administrar la vacuna, se estimula una respuesta inmunitaria primaria controlada, similar a la que ocurriría durante una infección natural.

Las vacunas desencadenan la activación de los linfocitos B y T, la producción de anticuerpos y la generación de células de memoria. Aunque la respuesta inmunitaria generada por una vacuna puede ser más suave que la respuesta inmunitaria natural, sigue siendo efectiva para conferir protección contra el antígeno.

La inmunidad activa artificial ha sido un logro destacado en la medicina, ya que ha permitido prevenir y controlar enfermedades infecciosas que antes causaban grandes epidemias y mortalidad. Las vacunas han demostrado su eficacia en la erradicación de enfermedades como la poliomielitis y la viruela, y en la reducción significativa de enfermedades como el sarampión, la difteria y la hepatitis B.

Tipos de inmunidad activa

Existen diferentes tipos de inmunidad activa, dependiendo de la forma en que se adquiere o se estimula la respuesta inmunitaria. Algunos de los tipos más comunes son:

  • Inmunidad activa específica: Este tipo de inmunidad se desarrolla en respuesta a un antígeno específico, ya sea mediante la exposición natural a un patógeno o mediante la administración de una vacuna.

  • Inmunidad activa adquirida naturalmente: Se refiere a la inmunidad que se desarrolla a lo largo de la vida como resultado de la exposición continua a diversos antígenos presentes en el entorno. Esto fortalece el sistema inmunitario y proporciona una protección general contra una amplia gama de patógenos.

  • Inmunidad activa adquirida artificialmente: Se logra mediante la administración de una vacuna que contiene antígenos específicos. Esta forma de inmunidad se puede obtener de manera activa a través de vacunas preventivas o terapéuticas.

  • Inmunidad activa a largo plazo: Es el resultado de la generación de células de memoria que permiten al sistema inmunitario recordar y responder rápidamente a futuras exposiciones al mismo antígeno.

Inmunidad pasiva

La inmunidad pasiva es un tipo de protección inmunológica en la que el organismo recibe anticuerpos o células inmunitarias de otra fuente, en lugar de producirlos internamente. Estos componentes inmunológicos transferidos brindan una protección inmediata pero temporal contra un antígeno específico.

Inmunidad pasiva natural

La inmunidad pasiva natural ocurre de forma natural y se adquiere a través de la transferencia de anticuerpos de una fuente externa. Un ejemplo común de esto es cuando un bebé recibe anticuerpos maternos a través de la placenta durante el desarrollo fetal o a través de la leche materna después del nacimiento. Estos anticuerpos protegen al bebé durante los primeros meses de vida, cuando su propio sistema inmunitario todavía se está desarrollando.

La inmunidad pasiva natural también puede ocurrir cuando una persona recibe transfusiones de sangre o plasma que contienen anticuerpos específicos para combatir una enfermedad o toxina en particular. En estos casos, los anticuerpos transferidos proporcionan una protección inmediata contra el agente patógeno o la toxina, pero esta protección es temporal y desaparece a medida que los anticuerpos se eliminan del organismo receptor.

Inmunidad pasiva artificial

La inmunidad pasiva artificial se logra mediante la administración directa de anticuerpos específicos o suero inmunológico que ha sido producido en laboratorio o extraído de donantes. El suero inmunológico contiene una alta concentración de anticuerpos dirigidos contra un antígeno particular.

Este tipo de inmunidad pasiva artificial se utiliza en situaciones en las que se requiere una protección rápida y temporal contra una enfermedad o veneno. Por ejemplo, en el tratamiento de las picaduras de serpientes venenosas, se administra suero antiofídico que contiene anticuerpos neutralizantes del veneno de la serpiente.

Tipos de inmunidad pasiva

Existen varios tipos de inmunidad pasiva, dependiendo de la fuente de los anticuerpos o células inmunitarias transferidos. Algunos de los tipos más comunes son:

  • Inmunidad pasiva naturalmente adquirida: Se refiere a la transferencia de anticuerpos maternos a través de la placenta o la leche materna al feto o al recién nacido.

  • Inmunidad pasiva artificialmente adquirida: Se logra mediante la administración de suero inmunológico o anticuerpos específicos para conferir protección inmediata y temporal contra una enfermedad o veneno.

  • Inmunoglobulinas: Son preparaciones de anticuerpos específicos que se derivan de donantes humanos o animales y se utilizan para proporcionar una inmunidad pasiva contra enfermedades como la hepatitis B, la rabia o el tétanos.

  • Terapia con anticuerpos monoclonales: Se basa en la producción de anticuerpos específicos en el laboratorio que se dirigen a antígenos específicos en enfermedades como el cáncer o las enfermedades autoinmunes.

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